Devocional 3 de Enero del 2025
- Julio Cardenas
- 13 oct 2024
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 9 ene
Devocional viernes 3 de enero de 2025.
Buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este viernes 3 de enero de 2025.
El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 12:1–3. Dios llama a Abram y le hace una promesa. “Jehová había dicho a Abram…” Con esas sencillas palabras, el libro de Génesis comienza el relato de la vida de Abram (nombre que Dios iba a cambiar más tarde al de Abraham). Moisés le dedicó más de una docena de capítulos a la vida de ese hombre (en particular a la última mitad de su vida). ¿Por qué habría de ocupar un hombre tanto espacio en los registros sagrados?
Hay dos razones. La primera de ellas es que Dios escogió a Abram para ser el padre de una gran nación, la nación de Israel, que iba a ser la cuna del Salvador, nuestro Señor Jesucristo. Pero hay una segunda razón por la que el patriarca recibe tanta atención en el Antiguo y en el Nuevo Testamento: la forma en que Dios trató con Abram es la misma con la que trata con cada pecador como tú y como yo.
Jehová le hizo una promesa a Abram y esta es una verdad que en sí vale la pena notar. Dios trata con nosotros como lo hizo con Abram, no en términos de exigencia, sino principalmente en términos de promesa.
Dios le dijo a Abram estas palabras: “Te bendeciré”. Dios no sólo iba a bendecir la vida personal de Abram, sino también iba a usarlo para bendecir a innumerables personas más. Le dijo: “Serás bendición” y “haré de ti una nación grande.” Cuando Abram recibió este llamamiento tenía la reputación de ser un ganadero rico. Pero no se le conoce en las Escrituras por ello, sino por ser un hombre con quien Dios compartió algunos de sus secretos sagrados. Se le llama el amigo de Dios; es el padre de los creyentes, el padre de la nación israelita, el antepasado del Mesías.
Cuando Dios llamó a Abram, la mayor bendición que le dio fue: “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Dios le prometió a Abram que de su familia iba a salir un gran descendiente, que iba a ser bendición para toda la raza humana.
Podemos aislar componentes individuales de este conjunto de promesas divinas hechas a Abram, pero lo importante es recordar que todas estaban centradas en Cristo. En Génesis 15:5 y 6 podemos ver que Dios le promete a Abram que su decendencia sería como las estrellas, que no se pueden contar. Y Abram creyó a Dios y le fue contado por justicia. Abram fue hecho justo y regenerado por creer en Dios y en la promesa que le había hecho. Esa promesa, según Génesis 22:18 estaba sustentada de que, en la simiente, es decir, de su descendiente de este nuevo y regenerado Abraham serían benditas todas las naciones de la tierra. La carta del apóstol Pablo a los Gálatas (3: 6 y 16) nos enseña que esta simiente es Cristo. Así que Abraham fue justificado por la fe en la promesa hecha por Dios de que de esa simiente que es Cristo serían benditas todas las naciones de la tierra. Confirmando lo que Génesis 3:15 declara, esa simiente vendría a dar fin al reinado de Satanás. Aunque Abram no sabía de Cristo, la salvación y justificación llegó a él a través de esa promesa que es Cristo. Todas las cosas que Dios le dijo sobre su gran familia de descendientes o sobre el nuevo país que iban a heredar, encuentran su verdadero propósito y significado en la revelación de Dios centrada en Cristo. Abram también de alguna manera comprendió esto, a tal grado que el evangelio de Juan declara que Abraham lo entendió y se gozó. Jesús lo aclaró cuando dijo: “Abraham… se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se regocijó” (Juan 8:56). La salvación a Abraham llego a través de Cristo. Querido hermano, la biblia enseña desde Génesis hasta Apocalipsis que la salvación eterna es sólo a través de Jesucristo.
Esto es lo que hace tan importante la narración bíblica de la fe y la vida de este patriarca en las Escrituras. La manera en que Abram fue salvado es la misma en que los pecadores hoy en día lo somos. Dios no tuvo una forma para que la gente del Antiguo Testamento fuera salva y otra para el tiempo del Nuevo Testamento hasta hoy. Siempre ha existido solamente una forma: al confiar en las promesas de Dios centradas en Cristo.
Oremos: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado Señor sea tú nombre. Gracias, padre porque eres fiel a tus promesas. Nos has prometido salvación en tu hijo Jesucristo a todo aquel que en él cree. Danos la fe de Abraham para hacer nuestra cada promesa que vemos en tu palabra. Ayúdanos a ser obedientes a tu voz. Gracias Señor Jesús por tu sacrificio en la cruz del calvario, porque en obediencia al Padre y por amor a mi te entregaste hasta la muerte y muerte de cruz. Te ruego Señor que uses mi vida para tu gloria y que yo pueda agradarte en toda mi manera de vivir. En el nombre de Jesús, Amén.
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