Muy buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este miércoles 8 de enero de 2025. El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 1:14-19.
La creación de los árboles y las plantas trajo la necesidad de modificar la luz que había sido creada el primer día. Por lo tanto, Dios creó lumbreras; hizo el Sol, la “lumbrera mayor para que señoreara en el día, y la Luna, la lumbrera menor para que señoreara en la noche”. Dios colocó dos grandes lámparas en la expansión celestial para determinar el ritmo del día y la noche.
Puede parecer extraño que el relato de la creación no mencione por su nombre al sol ni a la luna. La razón puede muy bien ser que muchos de los vecinos de Israel en el antiguo Cercano Oriente consideraban al sol, la luna, y los planetas como dioses que gobernaban el curso de los acontecimientos de la humanidad. Dios quería evitar que sus hijos adoraran los cuerpos celestiales, y liberarlos de la creencia de que su destino dependía del movimiento de las estrellas. Por lo tanto, indicó con mucho detalle las funciones que iban a tener estas lumbreras.
El primer propósito de los astros fue separar el día de la noche. Además, iban a servir como señales para marcar las estaciones, los días, y los años. Y finalmente para alumbrar la tierra.
Y así terminó el cuarto día, el primer día de la creación regulado por los cuerpos celestiales. Aun así, se le describe de la misma forma que los tres primeros días, consistiendo en día y noche, en ese orden. Este fue, como todos los días de la creación, lo que se considera un día normal.
Al leer este pasaje de Génesis, viene a nuestra mente el Salmo 8, permítame leerlo.
Para tener la perspectiva correcta de la majestad de Dios, tenemos que compararnos con su grandeza. Cuando contemplamos la creación y nos comparamos con ella, nos damos cuenta de lo pequeños e insignificantes que somos, y, aun así, somos la máxima creación de Dios. Somos tan valiosos para Dios que él mandó a su hijo Jesucristo a morir en la cruz del calvario para morir en el lugar que a ti y a mi nos correspondía. Creo que todo esto podría ser una buena manera de controlar nuestra arrogancia y ser más humilde. Reconocer la grandeza de Dios y su creación postrándonos delante del creador de todas las cosas. Inclinándonos sólo ante aquél que dio su vida para salvación de mi vida. No seamos arrogantes y soberbios, Acerquémonos a nuestro Señor y Salvador el día de hoy en arrepentimiento y fe.
Oremos: Padre Santo y bueno, gracias te doy Señor porque sé que tú gobiernas sobre todo el universo. Tu sostienes a tu creación en la palma de tu mano. Este día entrego todo lo que yo soy, todo lo que hay en mí que me aleja de ti. Mi orgullo, mi egocentrismo que me hace pensar que no te necesito. Ayúdame, Señor a ponerte siempre en el primer lugar de mi vida. Dirige Señor mi vida y muéstrame con tu palabra a agradarte en toda mi manera de vivir. En el nombre de Jesús. Amén.
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