Devocional martes 4 de febrero de 2025.
Buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este martes 4 de febrero de 2025.
El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 6:1-8.
La paciencia de Dios se agota, y Él cesa de luchar con el espíritu del hombre, tratando de hacer que rectifique su vida.
Existen varias interpretaciones para responder al tema de los “hijos de Dios”, dos son las más aceptadas. La primera es la que se refiere a los descendientes de Set, los setitas, el pueblo de Dios que hasta ese entonces había permanecido fiel a él y separado de los incrédulos cainitas, comenzaron a alejarse de la lealtad al verdadero Dios, al mismo tiempo que comenzaban a parecerse cada vez más a sus vecinos paganos. Los “hijos de Dios”, los creyentes, viendo que las “hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas”. Si los “hijos de Dios” eran los setitas, entonces las “hijas de los hombres” eran mujeres no creyentes. Esos matrimonios mixtos condujeron a los setitas a más degeneración, hasta que fue imposible distinguirlos de los cainitas. Dios advirtió: “No contendrá mi espíritu con el hombre para siempre”.
Sin embargo, parece probable que signifique otra cosa. La mayoría de los comentaristas rechaza este punto de vista, sobre todo porque la frase «hijos de Dios» no suele usarse para hablar del pueblo de Dios. Por lo general, esta expresión hace referencia a los ángeles, y los pasajes difíciles en 1 Pedro 3:19–20, 2 Pedro 2:4–6 y Judas 6 y 7 parece sostener esta interpretación. Algunos seres angélicos «abandonaron su morada legítima», y esos hijos de Dios que tomaron a las hijas de los hombres.
La expresión “Serán sus días ciento veinte años” muchas veces ha sido entendido como una limitación de la vida de cada hombre a 120 años. En contra de esto ha de señalarse que después del diluvio ciertos hombres vivieron más que 120 años: Noé mismo (9:29); Taré (11:32); Abraham (25:7); Isaac (35:28); Jacob (47:9, 28), y no fue hasta después de Abraham que las personas vivieron 120 años o menos. La interpretación teológica más aceptada es la que se refiere más bien al plazo de 120 años que Dios extendió a los hombres para que se arrepintieran, antes que Él trajera el diluvio. El apóstol Pedro menciona que hubo un tiempo en el que Noe preparó el arca y la paciencia de Dios esperaba (1 Pedro 3:20).
El Espíritu de Dios había estado obrando en ese entonces, como lo hace ahora, por medio de la palabra de Dios que se seguía siendo predicando, por ejemplo, por Noé (2 Pedro 2:5). Pero el Espíritu no puede seguir reprendiendo y corrigiendo a las personas si ellas rechazan constantemente su obra de gracia. Como Dios lo veía, sus criaturas humanas no eran más que carne pecaminosa, bajo el control completo del pecado. En una demostración asombrosa de su paciente amor, Jehová, el Dios Salvador, le concedió a la raza humana otros 120 años de gracia. Por más de un siglo le iba a seguir hablando a la humanidad a través de su vocero y trataría de revertir la deriva mortal hacia la maldad, tratando de detener a las personas en su loca carrera que las llevaba al precipicio del juicio.
Estas uniones generan gigantes y hombres que ganan famas heroicas. La palabra gigantes que se tradujo en la Reina Valera viene de una palabra que hace referencia a caer o caído (nefilim).
“Pero Noé halló gracia ante los ojos de Dios”. La gracia de Dios es su favor, su inmerecido amor, que es aceptado por la fe. Esta gracia no sólo le dio a Noé algo que no merecía, sino que en realidad le dio precisamente lo opuesto de lo que merecía. Dios no sólo libró a Noé y a su familia de las aguas del diluvio, en realidad los usó para continuar la línea de Adán y Set.
Oremos: Señor te doy gracias por que tu gracia me ha salvado. Te doy gracias, Señor, porque eres paciente conmigo y con mi desobediencia. Me has salvado Señor de las garras del infierno. Así como Noé halló gracia delante de tus ojos, por medio de tu hijo Jesucristo yo he hallado gracia delante de ti. Gracias Señor por tanta bondad y misericordia hacia mí, en el nombre de Jesús. Amén.
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