Devocional lunes 3 de febrero de 2025.
Buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este lunes 3 de febrero de 2025.
El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 5:9-32 “El libro de las generaciones”.
La repetición “y murió” no fue el único factor digno de notar en este relato del linaje de Adán. El lector notará la longevidad poco común de estos patriarcas que vivieron antes del diluvio. De los diez, siete vivieron más de 900 años (y al octavo sólo le faltaron cinco años para alcanzar esa edad). De generación en generación, la helada mano de la muerte tocó a los descendientes de Adán, pero no antes de que les hubieran pasado el don de la vida a sus hijos. La larga duración de la vida es un testimonio del vigor de la raza humana en aquellos días del comienzo del mundo.
Los patriarcas que vivieron antes del diluvio les transmitieron otra clase de vida a sus descendientes. Dios permitió que en cada generación hubiera personas que transmitieran la promesa de gracia del Salvador. Los padres y las madres fieles se aseguraron de que sus hijos escucharan la promesa de la simiente de la mujer que iba a aplastar el poder de Satanás y liberar a sus esclavos.
El hecho de que el promedio de vida disminuyera repentinamente después del diluvio ha llevado a muchos a preguntarse si tal vez las condiciones del clima sobre la tierra eran más favorables en los días anteriores al diluvio para que la vida se prolongara. ¿Vivía la gente más tiempo en esos días porque el cáncer del pecado no había tenido tiempo suficiente para hacer todo su sucio trabajo? Podemos plantearnos preguntas, pero lo cierto es que no contamos con información sólida para responderlas positivamente. De una cosa sí podemos estar seguros: Dios usó a estos fieles y longevos descendientes de Set para detener el curso de la maldad que amenazaba con hundir el mundo, y para preservar y transmitir su palabra hasta nuestros días.
Una de las dos variantes más significativas del patrón establecido de esta genealogía ocurre en los versículos 21 al 24, en el caso del patriarca Enoc. Su breve biografía menciona dos veces que “caminó Enoc con Dios”. En un mundo que se estaba volviendo cada vez más perverso, Enoc no sólo creyó en la promesa del Salvador, sino que puso por obra la fe en su vida. El apóstol Judas nos dice que Enoc le advirtió a la gente de su época acerca del juicio de Dios sobre los incrédulos (Judas 14, 15). Los descendientes de Adán que se mencionan en este capítulo hicieron lo posible por contener el ataque del diablo.
Dios recompensó la fe de esos hombres piadosos de una forma asombrosa: “Enoc… desapareció, porque le llevó Dios”. En la Epístola a los Hebreos, se menciona a Enoc entre los héroes de la fe: “Por la fe, Enoc fue trasladado para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuera traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan” (Hebreos 11:5, 6).
La segunda variación significativa del patrón de tres pasos que siguió Moisés para presentar la genealogía patriarcal ocurre en el caso de Lamec, padre de Noé. Cuando sostuvo a su hijo recién nacido en sus brazos, este hombre piadoso explicó el nombre que había escogido para él.
Noé suena como la palabra hebrea consuelo. Con la guía del Espíritu Santo, Lamec profetizó acerca de su hijo: “Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos en la tierra que Jehová maldijo”. Aunque no sabemos cuánto comprendió Lamec de lo que dijo, él percibió que Dios, en una forma inusual iba a usar a este hijo suyo para beneficio de la raza humana. ¿Tal vez pensó que Noé era el Mesías prometido? Lutero así lo creyó. ¿O acaso Lamec estaba profetizando que, mediante Noé, Dios iba a preservar de la maldición del diluvio a un remanente piadoso?
Noé era parte de la línea mesiánica. De ese linaje vendría el que iba a traer la liberación final de la maldición del pecado. Sin importar cuánto de lo que estaba diciendo comprendió Lamec, no obstante, su profecía es válida.
Moisés comienza el siguiente eslabón de su genealogía con una referencia a Noé y a sus tres hijos, y en este punto interrumpe la genealogía. La mención de Noé, Sem, Cam y Jafet requiere una descripción más detallada de la catástrofe que durante su vida envió Dios como juicio sobre la tierra. Moisés continuará la genealogía en Génesis 9:28.
Oremos: Gracias Señor te doy por este día que me permites ver. Guíame, Señor a vivir de una manera digna de ser llamado tu hijo. Enséñame cada día a dar testimonio de que tu vives en mí. En el nombre de Jesús, Amén.
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