Devocional Martes 28 de enero 2025.
Buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este martes 28 de enero de 2025. El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 4:6-8.
De alguna forma que desconocemos, Dios le hizo saber a Caín que la actitud de su corazón, así como su ofrenda, era inaceptable. Caín se dio cuenta de ello, se molestó, y el enojo se reflejó en su rostro. Cuando Caín agregó el pecado de la ira a el pecado de la falsa adoración, Jehová, el Dios Salvador, habló con él, tal vez en persona. Le mostró su fiel amor advirtiéndole: “¡Caín, no debes enojarte conmigo y con tu hermano! El pecado, como una bestia peligrosa, te está acechando, pero con mi ayuda puedes resistirlo.”
Caín rechazó la advertencia y el bondadoso ofrecimiento de Jehová; resistió el esfuerzo amoroso del Espíritu de Dios. En vez de ello, invitó a su hermano a que fueran al campo, donde no hubiera testigos, y allí lo mató a sangre fría. Fue evidente que el descendiente de Eva se convirtió en descendiente de Satanás (Juan 8:44).
Vemos lo que sucede con la envidia, el odio, la malicia y todo tipo de falta de caridad; si se toleran y alimentan en el alma, corren el peligro de implicar a los hombres en la espantosa culpa del mismísimo asesinato.
Abel fue la primera muerte de una persona registrada en la biblia. Fue el primero que muere por su fidelidad a Dios. Esto lo convierte en el primer mártir de la biblia. La muerte de Abel no solo no tiene maldición, sino que tiene corona, el dominio de la muerte es alterado tan admirablemente que no solo se convierte en algo inocente e inofensivo para aquellos que mueren en Cristo, sino que también es honorable y glorioso para aquellos que mueren por él. No nos permitamos creer que la feroz prueba es extraña, ni temblemos si somos llamados a resistir hasta la sangre (cf. He. 12:4), porque sabemos que hay una corona de vida si somos fieles hasta la muerte (cf. Ap. 2:10).
Oremos: Padre Santo y bueno. Aléjame de la falsa adoración y de la envía producida por mi corazón contaminado. Ayúdame a no contaminarme de la ira, el orgullo y el deseo por tener algo que otra persona tiene. Enséñame a estar contento con lo que tengo. Guíame, Señor a una adoración verdadera por tu hijo Jesucristo. En el nombre de Jesús, Amén.
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