Devocional lunes 24 de febrero de 2025.
Buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este lunes 24 de febrero de 2025.
El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 15:1-6.
Una vez más, el Señor apareció a Abram, esta vez en una visión. Dios le permitió a Abram ver cosas con sus ojos espirituales, lo que nunca hubiera podido ver con sus propios ojos. El Señor supo que el temor cundía en el corazón de Abram, por eso le aseguró: “No temas; yo soy tu escudo. En la batalla contra los reyes del este yo te protegí. Tu recompensa será muy grande.”
Abram reconoció que Dios lo había bendecido mucho, pero no tenía lo que más anhelaba. Dios le había prometido un descendiente, pero ese vínculo prometido aún no estaba presente, y tanto él como su amada Sarai ya no estaban en edad de tener hijos. En consecuencia, Abram decidió tomar otras opciones. Para tener un heredero había que recurrir a las costumbres de la sociedad de su época y adoptar legalmente a su siervo Eliezer.
Abram no estaba muy contento con este arreglo. No podía ser feliz sin un descendiente, porque era su vínculo con el Señor. Para él, el hecho de no tener hijos significaba perder la herencia que Dios le había prometido. Esto era lo que él temía.
Dios le habló directamente de este temor cuando le dijo: “Quita de tu mente la idea de que Eliezer va a ser tu heredero. El heredero del que te hablo será de tu misma carne y hueso”. Si Eliezer hubiera sido el sucesor de Abram, entonces el linaje de Abram habría llegado a su fin; el propio hijo de Eliezer lo hubiera sucedido. Para fortalecer la fe de Abram en la promesa de que sería el antepasado de muchos descendientes, estando en la visión, Dios lo hizo salir y ver el cielo lleno de estrellas.
“Abram creyó al Señor.” Pablo describe la actitud del patriarca de la siguiente manera: “Y su fe no se debilitó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto… o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció por la fe, dando gloria a Dios (Romanos 4:19–21).
“… y le fue contado por justicia”. En la Biblia, justicia significa “ser recto con Dios”. La Biblia enseña que Abram obtuvo este derecho ante Dios, no por lo que había hecho, sino por lo que su gran descendiente iba a hacer. Creer en Dios, entonces, es más que confiar en su poder. Creer en Dios es confiar en su promesa, tomar en serio lo que dice, arrojarse en su misericordia. Dios considera esta confianza como el cumplimiento de su exigencia de perfección.
Es interesante darse cuenta de que el apóstol Pablo cita Génesis 15:6 en las dos epístolas del Nuevo Testamento que tratan más detalladamente la enseñanza de la justificación del pecador (Romanos 4:3; Gálatas 3:6). Dios salva a los pecadores declarándolos santos. Dios cuenta su fe por justicia; los pecadores son salvos por la fe.
La fe de Abram se apoyó en la promesa de la palabra de Dios, y en eso debe apoyarse la nuestra. Ese es el único fundamento de la fe. Mis sentimientos no son una base confiable para mi fe, ya que los sentimientos pueden engañar. Por ejemplo, puede haber momentos en mi vida en los que sienta que no soy perdonado. No obstante, la promesa de Dios no puede engañar, porque Dios no puede mentir.
Oremos: Padre nuestro que estás en los cielos, Santo, Santo, Santo eres Señor. Me has hecho Santo Señor, no por mis obras, porque soy pecador, sino por la fe que he depositado en ti. Así como Abraham fue hecho justo por creer en tu promesa de que de su simiente serían benditas todas las familias de la tierra, así yo Señor he creído en esa simiente, Jesucristo y he sido hecho justo en el nombre de Jesús, Amén.
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