Devocional miércoles 19 de febrero de 2025.
Buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este miércoles 19 de febrero de 2025.
El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 12:10-20 y capítulo 13.
Canaán siempre ha sido una tierra de escasa precipitación, y como su agricultura dependía de la lluvia, la sequía era un problema constante. Egipto, en contraste, practicaba el sistema de riego en su agricultura. En la antigüedad, el río Nilo, crecido por la nieve derretida que procedía del interior de África, cada año traía vida y nutrientes a todo el valle del Nilo. No es difícil comprender por qué, durante la sequía, Abram llevó todas sus pertenencias y sus rebaños y se encaminó al sur, a Egipto.
En esta tierra extraña, la fe de Abram flaqueó por la tentación. Temeroso de que la belleza de Sarai impresionara a los egipcios y ellos intentaran matarlo para poseerla, le pidió que mostrara su amor hacia él haciéndoles creer a los egipcios que era su hermana, no su esposa.
Ésa fue una demostración de incredulidad. Cuando Abram sugirió esto, no estaba mostrando confianza en la promesa de Dios, sino confianza en su propia astucia para escapar de una situación potencialmente peligrosa. Y cuando la raíz de la fe es defectuosa, los frutos de la misma también serán defectuosos.
Más adelante nos damos cuenta de que, había algo de verdad en lo que Abram les dijo a los egipcios, Sarai realmente era su media hermana. Pero esto no cambia el hecho de que su proceder aquí fuera malo; estaba tratando de engañar a sus anfitriones egipcios. Había gozado de su hospitalidad y en verdad merecían que les dijera la verdad. Abram debió haber confiado en que el Señor no permitiría que nada malo le pasara a él ni a su esposa que anulara su gran promesa acerca de sus numerosos descendientes y del gran descendiente.
Dios permitió que Abram aprendiera de la manera difícil. Parte de lo que Abram había predicho se hizo realidad: lo trataron como a un rey. Pero lo que no previó fue que el faraón llevaría a Sarai a su harén real. Y es probable que allí se hubiera quedado si Dios no hubiera intervenido.
Sarai tenía un papel importante en la promesa que Dios le había anunciado solemnemente a su esposo, y Dios no iba a permitir que nada obstruyera el cumplimiento de su promesa: ni la fragilidad de la fe de Abram, ni siquiera el poder del faraón. Los planes egoístas de Abram para protegerse a sí mismo pusieron en peligro la promesa de Dios, pero la fidelidad del amor divino preservó la pureza de los antepasados de nuestro Señor Jesús El Señor, el Dios del pacto, envió enfermedades a la casa real. No sabemos cómo llegó el faraón a la conclusión de que eso era una advertencia de Dios, pero captó el mensaje. Comprendió que el haber tomado a Sarai era la causa de los desastres que afligían al palacio.
Lo que vemos aquí no es muy agradable. Un rey pagano reprendió severamente al padre de los creyentes y luego lo obligó a salir del país como persona no grata.
Este episodio tiene una connotación que nos es familiar. Como Abram, nosotros muchas veces somos fuertes en la fe cuando se trata de las grandes cosas en la vida, como aceptar el perdón de Dios o confiar en los méritos de Cristo para hacernos miembros de la familia de Dios. Pero cuando enfrentamos algunos problemas terrenales, la duda y la falta de fe nos hacen tambalear, y caemos. Tal vez un problema ganando el pan de cada día nos haga tambalear. O quizás nuestro problema particular sea aprender a enfrentar la vida. Lo único que rescató a Abram fue el fiel amor de Dios. Para impedir que usted y yo caigamos y para evitar que perdamos la bendición que Dios prometió, nuestra única esperanza es el fiel y gratuito amor de Dios.
Oremos: Señor Jesús, fortaléceme mi fe en medio de la tormenta. Fortalece mi fe en medio del problema que estoy pasando. Padre Santo, perdóname porque te he fallado, mi fe se ha debilitado. Aumenta mi fe y enséñame a no intervenir en asuntos que te corresponden solo a ti. Ayúdame a confiar en ti y no hacer como hizo Abram, confiar en su astucia y dejar aún lado tu dirección. En el nombre de Jesús, Amén.
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