Muy buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este sábado 18 de enero de 2025. El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 2:21-25.
Este fue el primer matrimonio. Dios formó a Eva de una parte del cuerpo de Adán y la llevó ante él. Adán la recibió como su esposa, y ella estaba dispuesta a serlo.
La relación matrimonial comienza cuando un hombre y una mujer se comprometen voluntaria e incondicionalmente, y dan evidencia de ello al romper el estrecho vínculo familiar con sus padres con el fin de establecer uno nuevo con su pareja. Para expresar el compromiso incondicional, las dos personas se gozan de la unión física que luego llega a ser la forma en que Dios transmite el don de la vida a la siguiente generación. Desde el punto de vista de Dios, la unión sexual es todo menos casual. El matrimonio, por lo tanto, no es una disposición humana ni producto del progreso humano o del desarrollo social. Fue idea de Dios. De esto se deduce que la gente no tiene derecho a imponer sus propias normas para el matrimonio, en el aspecto de determinar sus propias reglas para terminarlo o idear estilos de vida alternativos para reemplazarlo.
Adán y Eva disfrutaban su nueva relación. Aunque estaban desnudos, no sentían vergüenza de ello ya que tenían completo control de sus impulsos sexuales, y los expresaban en amor perfecto a Dios y en amor desinteresado del uno al otro.
La mujer fue hecha de una costilla del hombre; no fue tomada de su cabeza para gobernar sobre él, ni de sus pies para ser pisoteada por él, sino de su costado para ser igual a él, bajo su brazo, para ser protegida, y cerca de su corazón, para ser amada.
La expresión “una sola carne” nos enseña que la pareja humana se diferenciaba de todas las demás parejas, en que, por la formación peculiar de Eva, eran uno. A este pasaje apela nuestro Señor para probar que el matrimonio es institución divina (Mateo 19:4, 5; Efesios 5:28). En el verso 23 encontramos la frase: Por tanto, el hombre (hablando de Adán y Eva) dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. “El hombre debe dejar a todos sus parientes para juntarse con su mujer”.
La revelación bíblica afirma que la relación matrimonial tiene estas características esenciales: Primero, es exclusiva y de compromiso social (dejará a su padre y su madre, v. 24). Segunda, es monógama, heterosexual y de pacto mutuo (el hombre… se unirá con su mujer, v. 24). Tercera, es de complementación mutua (serán una sola carne, v. 24). Cuarta, de libre comunicación e intimidad significante (estaban ambos desnudos, v. 25). El Señor Jesucristo, al reafirmar estas características aclara que el propósito original de Dios para el matrimonio es una relación permanente e indisoluble (Mar. 10:1–12). Estas afirmaciones bíblicas condenan las prácticas prevalecientes en las sociedades modernas como el divorcio, las relaciones sexuales casuales y adulterios, los concubinatos y relaciones clandestinas, la homosexualidad y la relación de competencia y opresión dentro del matrimonio. El ideal de Dios se concreta en la íntima, abierta, mutua y total aceptación y un continuo y permanente conocimiento el uno del otro que Adán experimenta con su mujer. Dentro de esta relación ideal es que Dios provee la procreación de los hijos y el desarrollo de la comunidad. En esta relación no hay lugar para sentimientos negativos ni barreras. La procreación, la vocación y las responsabilidades son compartidas entre el hombre y la mujer y en una dimensión comunitaria.
Oremos: Bendito Padre Celestial, gracias, Señor te doy por tu palabra, porque a través de ella me ensañas principios básicos para el matrimonio, incluso para aquellos que no están casado. Te doy gracias, Señor por que tu hijo Jesucristo es el vinculo perfecto entre mi esposa y yo. Te ruego Padre que nos permitas como matrimonios cristianos ser ejemplo de otros matrimonios para que a través de esto tu nombre sea glorificado y ellos puedan llegar al conocimiento de tu palabra. Ruego por aquel hermano soltero o viudo. Sé tu su sustentador, se tu Señor su compañía. Y si has de permitir que conozcan a su esposa o esposo, sean un varón o mujer que vivan entregados a ti. En el nombre de Jesús, Amén.
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