Devocional jueves 16 de enero de 2025.
Muy buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este jueves 16 de enero de 2025. El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 2:15-17.
Uno de los gozos de los que disfrutaba el hombre en el Edén era la satisfacción en el trabajo; podían poner todas sus capacidades corporales y mentales en trabajar para Dios. Dado que vivimos en una cultura que tiende a considerar el trabajo como un mal necesario, debemos recordar que el trabajo no entró al mundo como consecuencia de la caída en el pecado, sino que fue parte del plan original que Dios tenía para sus hijos.
Anteriormente se hizo referencia a dos árboles especiales que Jehová Dios plantó en medio del Edén: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Ahora, Moisés nos da información adicional sobre el propósito del segundo árbol.
Dios le dijo con toda claridad: “Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás”. Cuando Adán recibió este mandato de Dios, estaba vivo en el pleno sentido del término; estaba unido a Dios por el lazo de amor y de confianza más íntimo. En el lenguaje de la Escritura, eso es estar vivo.
Pero el lazo se rompería si Adán no obedecía a Dios. Si así lo hacía, se separaría de él. En el severo lenguaje de la Escritura, eso es estar muerto. Y como evidencia de que su más alta creación se había apartado de su amoroso Creador, estaría desde entonces sujeto a la muerte física, es decir, a la separación del cuerpo y el alma.
Dado que el árbol tenía fatales consecuencias para Adán y para toda la raza humana, ¿por qué lo plantó Dios en el huerto? ¿Fue tan sólo para poner a prueba a Adán, para ver lo que haría cuando se enfrentara con la tentación? Ésta no puede ser una explicación satisfactoria. Todo el capítulo 2 de Génesis habla de lo que hizo Dios para procurar la felicidad de sus hijos, y este árbol no era la excepción.
Dios no creó a los humanos para que fueran marionetas o máquinas a quienes pudiera manejar tirando de cuerdas o presionando algún botón. Al poner el árbol del conocimiento del bien y del mal en el huerto, el Señor les estaba dando a sus criaturas la oportunidad para que le obedecieran voluntariamente. Al hacer esto, Dios comprendía el riesgo que existía de que Adán decidiera no obedecer. Cuando Adán salió de la mano de su Creador, estaba en un estado de inocencia creada. Al darle el mandato de no comer, Dios le estaba dando la oportunidad de pasar de la inocencia creada a la santidad consciente. Dios quería que su criatura preferida fuera santa por elección, no sólo por accidente.
El Creador le había dado a Adán libre albedrío, la libertad innata para hacer lo que le agrada a Dios, y ahora quería que Adán ejerciera esta libertad. La inteligencia de Adán hubiera estado muy consciente de lo que Dios quería o no quería. Sus emociones podrían haber encontrado gozo en la voluntad del Creador y podrían haberlo convencido de lo terrible que sería rebelarse contra él. Y la voluntad de Adán hubiera escogido conscientemente obedecer el mandato de Dios de apartarse del fruto prohibido.
La decisión de Dios sigue siendo la misma como lo fue al principio. Seguimos teniendo la libertad para seguirá Cristo o rechazarlo. En Edén, la vida eterna estaba asegurada por la simple obediencia de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Hoy la vida eterna sigue estando asegurada de la misma manera, obedecer la palabra de Dios poniendo nuestra confianza en Jesús. Sólo él nos puede llevar al Padre.
Oremos: Gracias Padre te doy esta mañana por el trabajo que me has dado, tú eres la fuente de los recursos que llegan a través de él. Bendice Señor mi trabajo, permíteme desarrollarlo con toda responsabilidad y entrega a ti. Ruego Señor por aquél que no lo tiene, da Señor un trabajo a todo aquél que le falta para cubrir sus necesidades. También te doy gracias, Señor porque me has dado la libertad en Jesús de escoger entre lo que te glorifica y lo que no, como el árbol del conocimiento del bien y del mal. guíame, Padre por el camino de la santidad. Quiero agradarte en todo a cada momento de mi vida, en el nombre de Jesús. Amén,
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