Devocional Martes 14 de enero de 2025.
Muy buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este martes 14 de enero de 2025. El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 2:8 y 9.
En los días anteriores de la creación, hemos visto como Dios le da al hombre un cuerpo del polvo de la tierra y sopla en él de su aliento para darle vida, dando como resultado un cuerpo hecho de la tierra y un alma racional. Lo que siguió a aquella gran creación fue plantar un huerto y poner al hombre en ese lugar.
El lugar señalado para la residencia de Adán fue un huerto; no una casa de marfil ni un palacio cubierto de oro, sino un huerto, provisto y adornado por la naturaleza, no por el arte. ¡Qué poca razón tienen los hombres de enorgullecerse de los edificios majestuosos y magníficos, cuando era la felicidad del hombre en inocencia que no necesitaba nada más! Como la ropa vino con el pecado, igual lo hicieron las casas. El cielo era el techo de la casa de Adán, y jamás fue ningún techo tan cuidadosamente puesto y pintado. La tierra era su suelo, y jamás fue ningún suelo tan ricamente adornado. La sombra de los árboles era su retiro. Bajo ellos estaban sus comedores, sus salas de estar, y jamás hubo habitaciones tan elegantemente decoradas como estas. Cuanto mejor nos podamos acomodar a las cosas sencillas, y cuanto menos nos complazcamos en aquellos deleites artificiales que se han inventado para satisfacer el orgullo y la lujuria de los hombres, más nos acercamos a un estado de inocencia. Es Cristo el único que trae satisfacción a nuestra vida. Mientras no vivamos cerca de él, más necesitaremos del mundo y su supuesta satisfacción. Entre más cerca de Jesús, necesitaremos menos de lo que el mundo nos ofrece, comodidad, dinero, buena ropa, un buen reloj, el último teléfono de moda, la mejor casa, un gran auto, etc. La naturaleza se contenta con un poco y lo que es más natural, la gracia con menos, pero la concupiscencia con nada.
Podemos afirmar que el Edén ha sido el lugar más logrado para el placer y deleite que jamás ha visto el hombre, cuando el Dios todo-suficiente lo diseñó para ser la felicidad presente de su máxima creación. Ningún deleite puede ser agradable ni satisfactorio a un alma excepto aquello que Dios mismo ha proporcionado y señalado para ello; escucha lo que voy a decir, nadie sabe más sobre cómo deleitarnos en lago que Dios que nos creó. ¿Te gustaría vivir deleitándote cada día? Ven a Jesús, él es nuestro Edén, él es nuestro deleite.
El Edén era hermoso, bello y estaba adornado con todo árbol que, por su altura o anchura, su constitución o color, su hoja o flor, era placentero a la vista del hombre. Estaba repleto y enriquecido con todo árbol que daba fruto grato al gusto y útil al cuerpo, y muy bueno como comida. Dios, como un Padre tierno, buscó no solo el provecho de Adán, sino también su placer. Pues hay un placer consistente con la inocencia; mejor dicho, hay un verdadero y trascendente placer en la inocencia. Dios se deleita en la prosperidad de sus siervos, y desea que estén a gusto; es por causa de sí mismos si no están a gusto.
Nuestro Edén es Cristo, sólo en él encontramos nuestro deleite. Sólo él nos ofrece la vida y satisfacción eterna, pero al igual que en el huerto, el desobedecer la voz de Dios, en este caso desechar de nuestras vidas a Cristo nos acarrea condenación. Querido amigo y hermano ven a Jesús en arrepentimiento y fe, sólo él puede darte la satisfacción de vida que necesitas. Él es nuestro creador y sólo él sabe cómo satisfacer nuestra alma. Sólo él sabe cómo satisfacer nuestra necesidad más apremiante en la que estamos. Esa necesidad es la vida eterna. Pues sin Cristo estamos condenados a “vivir” en un lugar de tormento y sufrimiento por la eternidad. Si tú querido hermano hoy estás viviendo y necesitando una respuesta de Dios respecto a una necesidad específica, recuerda que Jesús ya satisfizo la necesidad más apremiante de nuestra vida.
Este huerto tenía dos árboles extraordinarios que le eran peculiares: en la tierra no los había similares, pero de ellos hablaremos más adelante.
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