Devocional Lunes 13 de enero de 2025.
Muy buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este lunes 13 de enero de 2025. El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 2:4-7.
Estos versículos no registran otra creación; más bien, el relato de la creación se reitera y amplía a medida que el énfasis pasa del resumen general de la actividad creativa de Dios a un título que se centra en la creación del hombre. Estos versículos se refieren a la provisión específica de Dios para su creación. El verso 7 es el centro del relato, Dios formando al hombre. La provisión de Dios para el hombre árboles fructíferos en un lugar elegido, agua en abundancia, animales para proporcionar una especie de compañía y, finalmente, la que iba a ser la compañera adecuada de este hombre.
En este versículo el escritor de Génesis nos proporciona algunos datos más acerca del hombre. Lo había formado del polvo de la tierra. La ciencia ha probado que la sustancia de su carne, tendones y huesos consiste en los mismos elementos del suelo que forman la corteza de la tierra y la piedra caliza que está en el interior de la tierra. El lenguaje que se usa para formar al hombre es propio al de un alfarero que usa el barro para modelar su vasija. Dios de manera especial concede al hombre el don de vida a través del aliento de vida.
En un acto creativo por separado, Dios formó al hombre del polvo. Las palabras de estos versículos son claras y significativas; constituyen un problema para quienes tratan de reconciliar el relato bíblico con la evolución y afirman que procedemos de los animales. Moisés complementa lo que ya nos había dicho en Génesis 1 acerca de la creación de la raza humana. El verbo hebreo (“formó”) describe la actividad de un alfarero. El uso de esta palabra aquí pone el énfasis en el interés y el cuidado personal que el Creador demostró al modelar a su más alta creación.
Las palabras “sopló en su nariz aliento de vida” sugieren que hay un segundo componente en el ser humano aparte de su cuerpo. Con amoroso cuidado y con propósito inteligente, el Creador formó a su más alta criatura de un puñado de tierra y sopló aliento de vida en ella. El escritor nuevamente hace hincapié en la singularidad y la superior dignidad de las criaturas humanas de Dios, al notar que recibieron el aliento del Creador mismo. Estas palabras de Moisés nos ayudan a comprender lo que ocurre en la muerte y por qué es natural el temor a morir. La muerte, es decir, la separación del cuerpo y el alma es una violenta intromisión en la buena obra de la creación de Dios. Las palabras de Moisés, dicho sea de paso, también son un sobrio recordatorio de que no tenemos nada de qué enorgullecernos. ¿Qué somos, después de todo, sino polvo más el aliento de Dios?
De la misma manera que en el principio Dios le dio al hombre el aliento de vida, de esa misma manera Dios nos concede un nuevo aliento de vida a través del sacrificio de su hijo Jesucristo en la cruz del calvario. Al creer en él, Dios sopla su Espíritu Santo en nosotros dándonos vida eterna. En el Edén, el hombre y la mujer perdieron este regalo de la vida eterna dado por Dios. Esto fue por el pecado que cometieron. Pero Dios envía a su hijo Jesucristo para que a través de él nos reconciliemos con Dios y tengamos esa vida eterna que habían perdido nuestros padres en el Génesis, pero ahora, sin posibilidad de perderla jamás.
Oremos: Gracias Señor Jesús por el sacrificio que hiciste por mi en la cruz. Gracias Señor porque por medio de tu sacrificio hoy tengo vida eterna, y ya no perderé esa vida como fue en el principio. Tu sacrificio perfecto me ha pasado de muerte a vida. Gracias Padre porque tu palabra me enseña que creyendo en tu hijo Jesucristo y confiando en él es que puedo tener acceso a ti. Permíteme servirte con integridad el resto de mi vida, en el nombre de Jesús, Amén.
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