Devocional sábado 1 de febrero de 2025.
Buenos días. Les saluda el pastor David Aranda en este sábado 1 de febrero de 2025. El día de hoy estaremos meditando en el pasaje de Génesis 5:1-8.
Moisés habla de un documento, un “libro” que había llegado a él, con información de diez patriarcas desde el tiempo de la creación hasta el tiempo del diluvio. Con la guía del Espíritu Santo, Moisés incorporó ese documento en el libro de Génesis como el segundo de sus diez relatos.
Moisés reitera que cuando Adán y Eva fueron creados tenían la imagen de su Creador. Su intelecto, sus emociones y su voluntad estaban en perfecta armonía con Dios, y gozaban de un compañerismo perfecto con él.
En marcado contraste con su situación original, se nos dice aquí que cuando Adán engendró hijos, éstos nacieron a imagen y semejanza de su padre pecador. Adán había comenzado su vida en un estado de perfección; pero cada uno de sus descendientes, con una sola excepción, comenzó su vida en un estado de imperfección.
En estos versículos podemos observar el patrón de tres pasos que siguió Moisés para describir a los diez patriarcas desde Adán hasta Noé. Moisés lo hizo así para establecer un orden cronológico de los años que vivieron estas importantes personas.
Primero, Moisés nos dice la edad del patriarca cuando procreó el siguiente nombre del eslabón de la genealogía mesiánica. Luego nos dice cuánto tiempo más vivió el patriarca y finalmente el tiempo completo de vida del hombre. Ese patrón se repite a lo largo del capítulo, con sólo dos excepciones, que se harán notar más adelante.
En verdad, Génesis 5 no es una lectura emocionante; la genealogía no es algo que alguien lea por puro gusto. Pero hay algunas perlas en este capítulo. El lector cuidadoso notará, por ejemplo, que con una sola excepción cada segmento de la genealogía termina con la misma nota: “y murió”. He allí la prueba definitiva de que los seres humanos cayeron de la gran dignidad que tuvieron mientras poseyeron la imagen de Dios. De generación en generación, la advertencia de Dios en el Edén (“el día que de él comas, ciertamente morirás”) resultó ser cierta. Como el tañido de las campanas en un funeral, la frase recurrente: “y murió”, es un recordatorio contundente de lo cierto de la afirmación: “A través de los años el índice de mortalidad sigue igual: una muerte por persona”.
En estos pasajes podemos ver tres importantes enseñanzas. Cuando cada uno de nosotros nacemos, lo hacemos como pecadores. Aunque no hemos pecados, el pecado se encuentra en nosotros. Necesitamos a Cristo para que nuestra comunión con Dios pueda ser restaurada. Nuestras generaciones también necesitan a Cristo. De ahí la importancia de vivir una vida que agrade a Dios para que nuestros hijos, nietos, sobrinos, etc. vivan en esa comunión con Dios y no se pierdan más tengan vida eterna en Jesucristo. Y por último, El inicio del capítulo 5 nos habla de un libro donde se anotaba el linaje de aquellos hombres que invocaban el nombre del Señor como lo indica el final del capítulo 4. Así como en aquellos días, la biblia nos enseña que cuando nos arrepentimos de nuestro pecado y confiamos en Cristo obedeciendo sus mandatos, somos inscritos en un libro. Nuestro nombre es escrito en el libro de la vida por la eternidad.
Oremos. Padre eterno, gracias te doy Señor por que un día tuviste misericordia de mi Señor. Sin merecerlo, pusiste tus ojos sobre mi para que pudiera conocerte y creer en ti. Te ruego que tengas misericordia de mis hijos, que ninguno de ellos se pierda en el fuego eterno. Que tu misericordia y tu gracias los alcance. Enséñame a ser ejemplo de ellos, que puedan ver mi entrega a ti y que caigan rendidos ante tu majestad y belleza. Señor, usa mi vida para impactar la vida de mis sobrinos, nietos, hermanos, padres, vecinos, amigos y familia en general Señor. Que tu amor y misericordia los llene de tu gracia, en el nombre de Jesús, Amén,
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